viernes, 5 de julio de 2013

Había una vez, un equipo que intentó ser feliz....

No dormí en toda la noche al anterior partido. Y claro, ¿cómo iba hacerlo? Estaba a 90 minutos de cumplir el gran sueño de mi vida. En el que añoro con el alma. Estaba triste el día preliminar: todavía no sabía si podía ir a o no al estadio Vélez. Había ido al Ducó, durante la semana, para sacar mi entrada. Recuerdo que al agotarse inmediatamente, le envié un mail con mucha furia a Gonzalo Bonadeo que lo leyó en Despertate sobre la polémica venta de localidades y el negocio de la barra. Me pasé todo el sábado tarareando “Ya no hay dolor”, un tema hermoso de No Te Va Gustar.

Llegó el domingo. Estaba lindo. No parecía invierno. Es más, por esos tiempos, la Gripe A sorprendía a todos. En Liniers empezamos nuestro camino por la entrada del local. Yo con mi viejo. Callados. Ahí vino nuestro cómplice para hacernos entrar. Obvio, soborno mediante (está mal, lo sé) llegamos a la larga fila de hinchas de Huracán. “¿Vos dormiste anoche?”, era la pregunta que nos hacíamos entre todos.

Debutaban mis anteojos. Vaya fortuna la mía: al mejor equipo de Huracán de los últimos tiempos no lo pude ver claramente. Tenía un ojo trasplantado y otro enfermo. Recuerdo que me decían mis amigos de tribuna quién hacía los goles. O como me pasó ante River que tuve la suerte de tener relator propio cuando Emiliano Lentini, de esos amigos catalogados como hermanos e hincha de Chicago, me acompañó al estadio y me narró la fantasía del Flaco Pastore en su segunda conversión. “¿Por qué no gritas los goles?”, me dijo. Lo mío iba por dentro. Veía poco, pero sentía mucho…

4500 generales era  el número oficial para la gran final. Había más de 10000 Quemeros y varios comisarios con los bolsillos llenos. Con mi papá nos fuimos bien arriba. Tres horas antes ya no cabía un alma. Era muy lindo disfrutar eso. Como cuando el equipo salió a reconocer el campo de juego. Ellos eran más, pero nosotros gritábamos más que ellos. Todavía, cuatro años después, suena en mi oído el “Huracánnnnn ponga más huevooooo”. El gran hit de ese momento. Miraba alrededor, buscaba a mi Nono por el cielo, hablaba con mi gran amigo Leo por telefóno (estaba en platea) y me mandaba mensajes con mi Tía Martha que junto a Santiago y Lautaro estaban en el Ducó. Marcial también había ido al Palacio con Florencia. “Vamos a festejar todos juntos”, pensaba en ese entonces.

Revolución Quemera no existía. Y el partido comenzaba. Algo nervioso estaba Huracán. Pero tuvo una clara con Defederico y un gol que nos anularon mal. Ca$a$ nos advertía…La cosa se nubló, como el cielo, cuando Vélez tuvo su penal a favor. Pero el joven Monzón lo tapó de manera brillante. Lo grité con el alma esa atajada. Los anteojos me ayudaron. Lástima que no me vio mi amigo de Chicago que estaba haciendo fuerza, por mí, desde la cabina de prensa del Amalfitani.

El primer tiempo terminó con algunas dudas en el Globo. Bolatti la estaba rompiendo y los que la dejaron chiquita durante todo el torneo, les estaba costando jugar esa final. No debe ser nada fácil.  En el entretiempo, nunca me pude sentar a descansar, el granizo azotaba Liniers y mi celular sonaba con cargadas y apoyos. El empate servía. Restaban 45 minutos.

Ya iniciado el complemento, Vélez fue intenso al comienzo. Pero se fue cayendo en el partido. A veces miraba lo qué pasaba en el terreno, pero en muchas más ocasiones observaba el reloj. Faltaba cada vez menos.
Será que el “destino siempre nos juega una broma macabra” que cuando ya no había ideas para quebrar el cero, el tipo este. que nunca más podrá mirar a nadie a los ojos, se hizo el desentendido en un claro foul y así llegó el festejo de ellos. Yo miré a mi papá. Triste. “Lo vamos a empatar”, me contestó. No coincidía, pero en ese entonces me tranquilizó verlo seguro a él.
Finalmente eso no pasó y Vélez fue campeón. Se me hace difícil explicar cómo fue irse de esa tribuna. Todos lloraban. No quiero comparar, pero he visto más tristeza allí que en un velorio. El sueño se nos fue. Caminamos sin hablarnos con mi viejo hasta llegar al auto. Dentro del coche tampoco conversamos. “¿Por qué no puedo ver a mi Globo campeón?”, era lo que pensaba por dentro. En casa, mamá nos recibió con comida. Nos abrazó. Yo opté por irme a la pieza, apagar la luz e irme a dormir. Tal vez para seguir soñando…

Nunca más volví a ver imagines de ese partido (aunque con Roberto seguimos creyendo que si le daban el gol a Dominguez, Huracán ganaba por goleada) . Pero si veo aquellos encuentros memorables de estos Ángeles. Esos meses si que lo pasamos hermoso con el estadio lleno, con gente emocionada y la unión de todos. El país hablaba de Huracán por su juego.

Pasaron cuatro años. Ya no uso más lentes, ambos ojos los tengo sanos, Revolución Quemera de a poco se va ganando el nombre y sigo soñando lo mismo aunque agregué otro deseo: el verlo campeón, pero también,  verlo sano y unido. Creo que es el mejor camino para llegar a la Gloria. Y así poder abrazarme con mi viejo, Leo, Lautaro, Santiago, Martha, Florencia y Marcial…En un recuerdo que dure para siempre…

¡Gracias Cappa! Gracias por haberme hecho tan feliz….
Juan Manuel Penalba
@JuanchoPenalba


Vídeo dedicado para Leo, Roberto y Marcial. Esa tarde la pasamos de puta madre...


La canción de No Te Va Gustar. En esos tiempos, la escuchaba mucho...