Luna Cautiva
“De nuevo estoy de vuelta, después de larga ausencia, igual que la
calandria que azota el vendaval”
El sol cae sutilmente, de forma casi
continua, marcando cierta cadencia en su movimiento y bañando, con sus últimos
rayos, los adoquines de las callecitas de Parque Patricios. Siempre me resulto
mágica esa hora del día en la cual parece que las calles tuvieran una
consistencia líquida por efecto del reflejo, afortunadamente en el sur todavía
quedan adoquines adornando las calles y regalándonos tamaño espectáculo, pese a
todo. Paulatinamente, los faroles comienzan a compensar, con su lumbre, el vacío
que nos deja el astro al ocultarse tan tempranamente bajo el horizonte. Los
problemas del invierno, en fin, lástima que no calienten, hoy tengo que volver
temprano…aunque peor sería estar en un hospital y sin calefacción.
Los comercios van bajando sus rejas.
Los dueños de farmacias, florerías y almacenes hacen el recuento del día
olvidando, con el trajín de lo cotidiano, con el ajetreo del cortoplacismo, aquellos
sueños de progreso, aquellas promesas de futuro que se hicieron al embarcarse
en su negocio. El futuro que pensaron cuando jóvenes hoy se ve convertido en
una obsoleta rutina. Llegar, abrir, atender, comer, atender, cerrar, volver,
dormir. Se siguió con el negocio de la familia, es verdad, mal que mal se tiene
un nombre, una clientela fija, un prestigio. Se llega a fin de mes tranquilo, a
los hijos nunca les ha faltado nada…pero no era esto lo que añoraban, la rutina
los está matando lentamente. Al principio fue ocasional, la mano venía
complicada y había que pensar en cómo salir, pero luego, con el pasar de los
años la cabeza sigue igual, y eso es lo que lenta e imperceptiblemente los
consume. No el hecho de repetir todos los días lo mismo, sino de hacerlo sin
creatividad, sin la misma pasión y sin el mismo amor que al principio.
Es invierno, como dije, y las
primeras estrellas cubren el cielo del sur porteño. No sé si por suerte, pero
desemboco en una calle escasa de iluminación. En esta época del año gobierna en
lo alto del cielo la constelación del Escorpión, y recuerdo la noche en que te
enseñé a distinguir a Antares, su corazón. “Es
esa estrella roja, ¿ves? no lo llegás a notar hasta que te lo dicen, es verdad,
pero a partir de ese momento es imposible no reconocerla.” Entre sueños y
recuerdos sigo caminando, y fui consciente de que aunque no lo vea, una sonrisa
se debe haber dibujado en mi rostro, cuando me topé con aquel viejo conocido
del Palacio, ese de quien no se su nombre pero siempre nos saludamos. Pongamos
que se llama José, ya que al lector siempre se le hace más fácil imaginar lo
que uno trata, mal o bien, de contar, cuando se le pone nombre a los personajes
y objetos a describir. Sí, José le queda bien. Usa boina no sólo para tapar el
paso de los años, sino como símbolo de su experiencia y pertenencia al arrabal.
Infaltable el bastón que acompaña su cancino caminar, y la pipa en la cual se
inspira antes de emitir u omitir palabra alguna. Aparte, tanto Pepe, como Don José son apodos que se adecuan perfectamente a su persona. Al
igual que Antares, el viejo tiene el corazón rojo, pero en su caso no hay que
aguzar la vista para saber que tiene forma de globo. Como decía, fue el viejo Quemero quien me hizo notar que estaba sonriendo cuando conversamos, o más
bien, cuando él habló y yo asentí todo, como son siempre las conversaciones con
José, ya que el no hace más que enunciar verdades irrefutables sin dejar lugar
a bocado alguno:
“Eh
pibe, cómo andás. Yo acá como siempre, saliendo a caminar por Luna, ¿viste qué
lindos que están quedando los grafitos esos?…o grafite,¡ ma que se yo cómo les
dicen! Esa manía de hablar todo en
inglé. ¿Qué me decí del Turco eh? Mirá vo, ¿te acordás que te lo canté cuando
nadie daba dos peso porque volviera?…si lo conozco desde chiquito, el pibe lo
quiere al clú. Olvidate que te lo digo ahora, este año volvemos pibe,
arrancamos mal pero dale tiempo. Tas contento ¿eh? Seguro que ya estás pensando
en qué escribir para esa Revolución Quemera. Bueno pibe, te dejo que me esperan
en el buffet, que sigas bien”
En ese momento recordé que Huracán juega el
martes, que volvemos al Ducó, que hace tiempo ya desde mi última columna y que
no tenía la más remota idea de qué escribir.
Juan Rey, para Revolución Quemera.