viernes, 16 de agosto de 2013

La Previa, por Juan Rey



“La arena de los relojes hizo crecer el desierto” Ismael Serrano


Tres cuartas partes de yerba. Tapo bien la boca y agito, con suavidad, para eliminar el polvillo cuidando que tras esto quede el contenido en forma inclinada. Mientras termina de calentarse la pava, humedezco la parte baja con agua fresca para que no se queme ni se lave rápido. Unos instantes después, vierto agua caliente en el mismo lugar, procurando hinchar la yerba poco a poco, y cuando noto que ya está apta, hundo en ese lugar la bombilla, con el cuidado de tapar la boquilla. Así suele comenzar el ritual de ver los partidos por televisión, y así, también suelen comenzar mis columnas. 

 “Para mí es más fácil”, me dijo Marcial, el de la quimera, el que aún cree y espera. “Yo cuando no tengo qué escribir hago un poco de memoria, recuerdo alguna anécdota con mis abuelos, algún viejo jugador medio burro…qué se yo…pero a ustedes entiendo que se les complique encontrar qué contar…más por cómo está jugando el equipo.” 

 Una vez más, el arquitecto tiene la palabra justa. De todas maneras, Huracán vuelve a jugar el sábado y la previa tiene que salir, así que heme aquí, dispuesto a aceptar el desafío…aunque no es así como funciona, o por lo menos en mi caso. Esta vez es distinto. 

Por lo general cuento con una semana para preparar el relato. Durante la misma voy recordando situaciones vividas en el Palacio, compilando anécdotas familiares, o leyendo algún libro que, por poco que tenga que ver con el deporte, pueda servir de disparador para alguna idea. Pero no, esta vez no ocurre así. No hay tiempo. El mismo problema de siempre. Uno piensa que hace esto por vocación, para desenchufarse del trabajo, de la facultad, de todas esas exigencias socialmente aceptadas por la inmediatez, cuando resulta que al fin y al cabo se acaba por ver restringido por el mismo recurso: el maldito tiempo. 

Lamentablemente, la inspiración no se ve limitada, ni apurada, ni influida de manera alguna por el reloj, simplemente aparece o no. Los autores clásicos, los antiguos poetas, los más eximios escritores, hablan de una gran musa que los inspira. En mi caso, cuando el sol se arrima al cénit y las ideas siguen sin aparecer, busco refugio, alivio e ideas en una gran muzza. No, no sirve, y encima perdí una hora.

Tiempo. 

Técnicamente, el tiempo es una medida de movimiento. Permite cuantificar el grado de avance de la tierra tanto en su rotación alrededor de su eje, como en su traslación, en torno al sol. De esta manera, somos capaces de medir la duración de determinados eventos. Para los renacentistas, la fugacidad del tiempo era una preocupación central, la asombrosa velocidad con la que pasa la vida, y la cercanía abrumadora de la muerte, con su consecuente incertidumbre. Tempus Fugit, “el tiempo huye, el tiempo se escapa, el tiempo vuela” en latín, haciéndolo, según Virgilio, de forma irreparable. 

"El tiempo lo cura todo” dice un viejo refrán. Y ciertamente quiero creerlo. Quiero creer que con el paso del tiempo voy a curarme de aquella primera herida de la final del 94. Me convenzo que van a parar de sangrar las cicatrices de los descensos. Me obligo a frenar mis lágrimas al pensar en cómo nos robaron los sueños en el 2009. Me retuerzo al pensar cómo no volvieron nuestros ídolos, dejándonos agonizantes, pese a todo lo que les dimos… 
Y me regocijo al pensar que uno volvió. 
Y que le perdono todo por las alegrías que nos dio.
 Y que así como el tiempo lo cura todo, creo que en un tiempo, todo volverá a ser locura. 

 Juan Rey, para Revolución Quemera