martes, 19 de julio de 2011

Historia de los Martes

Ya se que tiene muchos admiradores, pero, Marcial Sarrías volverá con todo la próxima semana. Por ésta vez, el turno le toca a otra persona que lo presentaré como el GRAN CULPABLE DE TODO ESTO. Gracias por escribir el relato de hoy y más gracias por la herencia que me dejaste....

Para los fanáticos del arquitecto, el martes que viene está devuelta...

El Primer Torero

En estos tiempos cybercomunicacionales, mis hijos me iniciaron en el uso de Facebook.Subieron una foto mía, lejana, gracias a Dios, donde no pueden apreciarse nítidamente mis dos
grandes virtudes: la nariz y la cabeza(lo externo, ¿se entiende?)
Navegando por estos lares, días pasados. me topé con un apellido y una foto que me hicieron revivir mis primeros pasos en el Duco. Le pregunté, vía comentario, que parentesco los unía y me respondió “solo admiración”. Esa misma admiración que yo sentía cuando lo veía amagar, pisarla y apilar rivales que solo podían verlo pasar. Siempre pensé que usaba zapatillas, como los grandes pisadores del papi-futbol. Porque, EL PRIMER TORERO, antes del genial Román, fue ese que vi hacer jugadas memorables, maravillosas, goles recordados y hasta aplaudidos por rivales y árbitros.

Mi viejo, en épocas que el mango escaseaba en casa, cuando le proponía “¿vamos a ver al globo?”, relojeaba el bolsillo y me preguntaba: “¿juega?”.Ante mi respuesta afirmativa, encarábamos al Palacio. Iriarte, Luna, la vieja cancha de Barracas, las vías del Belgrano sur, trayendo una formación repleta de Quemeros de Soldati, Pompeya, con sus canticos y sus banderas, otras vías muertas y el Estadio. Ese era el recorrido. Había que Apurar el paso, subir, llegar al acceso a la tribuna y encontrarme con esa maravilla. Hoy en día, con 58 pirulos encima, se me sigue acelerando el bobo cuando ingreso a la tribuna. Me pasa -salvando las distancias- Y ANTES DE QUE ORDAS DE MUJERES LE ENTREN A MI YUGULAR, lo mismo que con mi mujer. Hace 30 y pico de años que la desvisto, conozco cada centímetro de su exquisita piel y sin embargo, siempre es una fiesta redescubrirla.Volviendo al Ducó, allí estaba él: fino, elegante, mágico, siempre con sus fantasías y con esos goles que, por lo menos, te devolvía en la cancha el valor de la entrada. Mi viejo, que había visto grandes jugadores del globo, desde 1928, siempre terminaba encandilado con su juego y agradeciendo haber invertido en una general.Éste raconto breve, tiene como humilde fin, un sentido homenaje al gran jugador peruano: Miguel Ángel Loayza, que nos hizo sentir orgullosos y envidiados por todos en la década del 60.
Hoy, por muy distintas razones, a Miguel en la cancha y a MI VIEJO en la vida,
los extraño mucho.Roberto Daniel Penalba



Le tomamos prestada la foto a un gran admirador del jugador y amigo en el Facebook de Revolución Quemera...