Huracán fue ampliamente superado por Temperley, y si bien no perdió –igualó en cero– cayó en
puestos de descenso. Alerta roja luego de trece fechas en las que sólo se
cosecharon dos triunfos.
Nuestra historia es cíclica, repetitiva y por momentos sobrepasa los límites de lo irrisorio. Nuestros ídolos
salen por las noches, y se ponen el traje de villanos. Aquellos que hace unos
cuantos días habían sido ovacionados con lágrimas en los ojos, hoy están
señalados como los principales responsables de nuestros peores males. ¿Cómo se
explica esto? “Es Huracán”, dirán algunos. Lo cierto es que quien hoy
asume la dirección técnica del equipo, hace rato que perdió el rumbo, pero,
paradójicamente, también lleva en sus espaldas un logro casi único en el mundo:
tomar un equipo en el último puesto de la B Nacional, dejarlo en primera
división, en las dos copas internacionales, y otorgarle dos trofeos; todo esto
en seis meses.
Lo mismo sucede con el plantel, puesto que, en menos de dos
años echaron a un DT (Mohamed), tuvieron una remontada fenomenal con otro
(Kudelka) con quien posteriormente no tendrían relación, y también intentarían
que dé un paso al costado –mediante flojas producciones, y dejando al equipo en
el último puesto del Nacional B– y ahora, con Apuzzo, lograron una hazaña casi
épica – ascenso y dos títulos en menos de seis meses– pero también fueron
eliminados de la Copa Libertadores con un actuación indecorosa, y en el día de
ayer nos sepultaron en la zona de descenso, por debajo de equipos como Crucero
del Norte o Aldosivi.
Lo que acontece no es consecuencia del azar, ni
mucho menos. Desde enero se evidenciaba un club acéfalo (ver: Barajar y dar de nuevo) producto de una dirigencia que jamás supo tomar las riendas del club, y
que confió en que se den los resultados por ósmosis, lo que represntó un grave error, que hoy se ve
reflejado en la cantidad de puntos que sumó Huracán, y en la temprana eliminación
de la Copa Libertadores.
Con mucho dolor, debo poner en cuestión al DT, que fue el
único que nos dio alegrías en 41 años, pero que en este semestre perdió el eje. También, es cierto,
quedó expuesto –por errores de la CD, y por no haber alzado la voz cuando
debía, en enero– a una situación que jamás estuvo bajo su control. Desde lo futbolístico, y más allá
de los recursos escasos con los que cuenta, tampoco encontró respuestas. Ni
siquiera desde lo físico Huracán parece un equipo profesional.
El pecado original que se cometió en el mercado de pases, laceró más de lo que se preveía: la subcomisión de fútbol quedó inane, sin representante –Nadur resolvió apartar a Gustavo Mendelovich de su cargo– y todas las decisiones recayeron en el presidente, quien siempre reconoció su desconocimiento en esa materia, lo que dejó al club sin una política clara en esa área, y sin un nexo entre la dirigencia y el cuerpo técnico. El DT, inexperto, aceptó ser sometido a este juego, y poco a poco va sumergiendo en el olvido todo lo bueno que hizo en el club. Apuzzo, a quien estaré agradecido de por vida, parece haber cavado su propia fosa.
El globo se encuentra en la peor de las
situaciones, y nuevamente deberá encarar tres competencias –las dos locales,
más la Copa Sudamericana– con un plantel corto, al que sólo podrán sumarse dos refuerzos
–más las bajas lógicas, caso Ábila, por ejemplo, que emigraría a México–. Todavía queda mucho por recorrer, y creo que todos coincidimos en que el futuro
del club no puede depender de si Wanchope estrella la pelota en el palo, o
convierte. Tampoco de los próximos resultados. Queremos un plan, un proyecto.
No se trata de que sea Apuzzo hoy, De Felippe mañana, y Cappa pasado; sino de
construir una idea de club, llevarla adelante y dejar de lado las improvisaciones constantes.
Agustín Macri
Agustín Macri