lunes, 13 de octubre de 2025

" Las Cartas", por Juancho Penalba

Teníamos cartas. Las españolas. Con esas con las que jugábamos al truco, al chinchón o a la casita robada (con mi abuela, a la Loba, por ejemplo).Nos divertíamos con esas cartas. Armamos un castillo. Alto. Muy alto. Ninguna se caía. Y queríamos jugar. Todo el tiempo. Porque el desafío era crecer y superarnos.

Pero un día, todo se desmoronó y las cartas empezaron a caer. Ya no era la torre más alta de nuestro mundo imaginario, y de querer jugar pasamos a obligarnos a hacerlo. El goce ya no es el mismo.

Eso es lo que está pasando con Huracán.

De un semestre lleno de felicidad, con un final triste, pasamos a una segunda parte del año donde se perdió todo lo que se había conseguido. Y sólo nos queda un objetivo que peligra un poco más en cada partido.

Las cartas que antes nos servían para ganar ya no salen. Se quedan en el mazo. Sólo nuestro 1 de espadas nos salva, de vez en cuando, de que la mano no sea toda para el rival. Pero solo no  puede. Ni siquiera nos toca 26 para el envido. El que reparte las cartas tampoco le encuentra la vuelta. Ya ni  mezcla. Entonces siempre nos toca un juego parecido, que no sirve ni en el pica-pica ni tampoco cuando la mesa es redonda. Quedan cuatro y, por ahora, el dueño del mazo sigue sin tomar decisiones. El que reparte seguirá haciéndolo, y dependerá de la suerte. Nada más.

Teníamos cartas. Jugábamos con ellas. Hicimos una torre alta. Muy alta.

Por favor, no la derrumben más.