Me imagino la discusión. Seguramente, las dos hinchadas se peleaban por ver quién sabía más de la historia de Nueva Chicago o, tal vez, luchaban por ver quién pintaba primero diferentes lugares de la Sede o el estadio. Resulta que la cosa se fue de las manos y una persona perdió la vida. ¿Raro? Para nada. Lamentablemente, nosotros, los tontos que vamos a ver a nuestro equipo donde juegue y que muchas veces hasta perdemos guita por ayudar a nuestro club, nos acostumbramos a ver estos tipos de actos. Da impotencia observar a esta gente hacer lo que quieren dentro de un estadio: ubicarse en el mejor lugar de la tribuna, comer y tomar sin pagar, conseguir entradas sin hacer colas y viajar con el mismo confort que lo hacen los jugadores. Así son los barras: un grupo predilecto ayudado por todos los gobiernos y políticos de nuestro país que se intercambian favores.
Hoy es el equipo de Mataderos, ayer fue River y mañana será otro. A nadie le interesa nuestro fútbol, pero si la plata que produce nuestro fútbol. Desde arriba el pensamiento es fácil: que se maten total seguimos facturando…
En Huracán no pasó hace mucho: esta gente, también bancada por jugadores e hinchas que sueñan ser cómo ellos (esto también es increíble) comenzaron a pegarle a los simpatizantes de verdad cuando cantaban a favor del Turco, el día que nos íbamos al descenso de manera vergonzosa.
Ojalá, algún día, la mafia se vaya para siempre y estén presos para siempre.
Otra vez, los medios dirán basta de violencia y hablarán de lo horroroso que es todo. No habrá ningún plan para mejorarlo, los políticos y dirigentes se harán los boludos, la pelota seguirá girando y nosotros seguiremos yendo a la cancha. Total, todo pasa…