lunes, 1 de abril de 2013

Huracán-Banfield, La Previa (por Juan Rey)


La dinámica de lo impensado
Dirán que pasó de moda la locura, cuando la Revolución se venga abajo” Silvio Rodríguez – El Necio

Allá por el año 1967, el grupo The Doors sacaba su primer disco, Vietnam penaba por la guerra, Los gatos lanzaban su tema La Balsa, nacían Kurt Cobain e Iván Zamorano, morían Violeta Parra y el Che Guevara, Israel y Palestina seguían luchando y Estados Unidos juraba que el régimen Castrista estaba por caer. Allá, por el año 1967, el periodista argentino Dante Panzeri, sostenía que el fútbol era “la dinámica de lo impensado”.

Claro, el deporte estaba viviendo una verdadera revolución desde 1965, cuando Rinus Michels se hizo cargo de Ajax holandés donde se desplegó el fútbol total. Los jugadores tocaban y tocaban, aparecían por todos lados. Cruyff se acercaba hasta su área para arrancar la jugada y él mismo la definía en el área rival.
La gente, en un primer momento, no entendía este concepto nuevo del fútbol, parecía raro y era resistido. Finalmente su estilo se impuso y fue admirado y copiado en diversas partes del mundo, hasta llegar a La Quema, de la mano del Flaco Menotti.
Dicen los que lo vieron que ese equipo era fantástico. Toque directo, circulación de pelota, estilo estético y mucho gol. Naturalmente, para desarrollar tamaña idea, fue imprescindible contar con los intérpretes adecuados: Un 3 como Carrascosa, Un 8 como Brindisi, un 10 como Babington…y un 7 como René.

Da la casualidad que este año el Loco cumple 60, y no podíamos dejar que pase de largo, como pasaban los defensores cuando él encaraba. Pero tampoco se trata de hacer un homenaje típico, contando sus goles, enganches y amagues (que no tuve la suerte de ver), sino que desde esta columna se viene a tratar de dilucidar una cuestión: ¿hoy en día, seríamos capaces de disfrutar de René?

Vale decir, en este fútbol súperprofesional, donde se juega para presionar en lugar de presionar para jugar, donde desaparecieron los enganches y los wines (aquellos capaces de generar las jugadas más insólitas), donde se piensa cómo recuperar la pelota en lugar de qué hacer cuándo se la tiene, ¿tendría lugar un personaje como Houseman?
Hoy en día las cosas son distintas, con el negocio que representa la comunicación, con las horas que hay que llenar todos los días de tele y radio, las páginas reales y virtuales que hay que escribir, con las redes sociales que informan minuto a minuto, sería prácticamente imposible que un jugador con el perfil de René pasara desapercibido…como mínimo no sería evaluado como un jugador de fútbol.

Indignados, los moralistas estarían a la orden del día: “Que poco profesional”, “Que actitud antideportiva”, acusarían como si ellos fueran personas impolutas e inmaculadas, con la virtud divina de discernir el bien del mal.

Tal vez nunca llegara a debutar en la máxima categoría, porque algún cráneo de las divisiones inferiores lo dejara libre debido a su delgadez, “este es un fútbol muy físico” alegaría.
Finalmente, en caso de jugar en primera, y de lograr triunfar, los Quemeros no lo disfrutaríamos más que 10 o 15 partidos, ya que su pase pertenecería a algún empresario bondadoso, tan bondadoso que nos cedería un 1 o 2 por ciento de su fugaz venta a Ucrania o Turquía.
Si bien los de nuestra generación nos perdimos de verlo, por ahí si hubiera sido contemporáneo, tampoco lo hubiéramos disfrutado.
Mi amigo Beto Funes conoció al loco en Excursionistas. Él sostiene que “René es como es, lo tomás o lo dejás, pero el loco es así y no lo va a cambiar nada”. Mi viejo siempre me contó de las proezas de René, su ídolo y yo siempre quise verlo jugar. A mí no me importa lo que digan los moralistas, yo quiero ver a un Houseman, un futbolista capaz de revivir aquella dinámica de lo impensado, un jugador de todos los tiempos, un tipo que, con errores y aciertos, como todos, fue capaz de hacer delirar a los Quemeros, adentro y afuera de la cancha, gracias a su necedad de no tener precio.

Juan Rey