sábado, 24 de agosto de 2013

La Previa, por Juan Rey

La vida es sueño

“Los amores cobardes no llegan
a amores ni a historias, se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar”

Óleo de Mujer con Sombrero – Silvio Rodríguez

José me dejó atrás. Siguió, sin saber que había dado pie a una previa, su vuelta a casa. En sentido contrario al de este servidor, el viejo de la boina recorrió la calle Luna hasta llegar a la esquina de Caseros, donde el semáforo lo detuvo. No era que estuviera en rojo por completo, pero hace unos años ya que no puede permitirse el apuro que conlleva cruzar la calle cuando el muñeco titila.
Tras caminar intermitentemente las cuadras restantes, llega a la puerta de su domicilio.
“Tantos años”, piensa, “Y siempre en el mismo barrio. Siempre acá, con mis dos amores.”
Alguna vez, él me había comentado que de niño era fanático del fútbol, se emocionaba los domingos al ver esa gente caminando hacia el Palacio Ducó por un solo sentimiento. Sin embargo, como todos, el pibe tuvo que cargar con su cruz: José era, lo que se dice, un patadura. Nunca lo elegían en el parque. Nunca lo invitaban a la cancha, de hecho, nunca se había animado a ir al Palacio.
Saca las llaves que, como siempre, le cuesta encontrar. En esos segundos sigue recorriendo su vida. Escucha, con una precisión asombrosa, la radio que nombraba su número: le tocaba la colimba. No lo podía creer. La Armada, en Bahía Blanca. 6 meses. 6 meses sin los domingos de fútbol, sin esas mágicas procesiones. 6 meses sin jugar al metegolentra. 6 meses sin verla. Lejos estaba Elsa de ser su novia, más aún, casi ni sabía de su existencia porque, claro, él no era lo que se dice un chico popular. Pero el caso es que José estaba locamente enamorado.

-“¿Fue amor a primera vista?” ,osé preguntarle una tarde gris.
-¿Acaso existe otro?, respondió contundentemente.

Con la prestancia de un soldado, se dispuso a subir los dos pisos por escalera.
Firme, recluta. ¿Así va a defender a su país? ¿Así va a pelear por lo que quiere?  ¡La patria no necesita cobardes!” Aún le retumbaban en los oídos las palabras del Coronel. En esos viejos tiempos, José era anarquista. No creía en la patria, ni en el ejército, ni en las guerras. Su patria era Huracán. Y Elsa.

La puerta, como casi siempre, entornada. La Spica prendida. La hornalla no seguía sosteniendo la pava, pero aún así el fuego estaba encendido al mínimo. Deslizando los pies por aquellos históricos mosaicos, llega al sillón. Antes de sentarse la contempla. “Cada día más bella” piensa José. ¿Hace cuánto? 60, 70 años que están juntos. Es cierto que no pudieron tener hijos, cosas de la vida, pero el tiempo pasó, y a lo largo de su vida Elsa fue la única constante. Perdón, Elsa y Huracán. “Y pensar que mis dos amores me eran esquivos en un principio. El viejo facho tenía razón al final, la patria no necesita cobardes” Me confesó hace un tiempo en la Bonavena.

El día va terminando y José se persigna ante una foto de Masantonio. Mira a su derecha. “Y cuánto más bella que es dormida”, piensa. Recuerda todo lo que pasaron juntos. Esos primeros años, donde el amor comenzó a forjar cicatrices en su piel. Ella lo quería, aunque él no se daba cuenta. Le costaba asumir el significado de “para siempre”. Es que nadie nunca lo había querido, o por lo menos no de esa manera. Le costó, al principio, pensar la vida de a dos, ¡si el era un excluído, casi un paria! No lograba interpretar las señales femeninas, no llegaba a  notar cuando decía algo fuera de lugar, cuando ella necesitaba una caricia, un abrazo. Pero la amaba. Y ella lo sabía.

Se acostó a su lado, en la misma cama de hace 70 años. Le dio un beso en la frente, y apoyó la cabeza en la almohada tomándola de la mano, como hace 70 años. Antes de apagar la luz se mira al espejo, aquel que perteneció a su abuela, y a través de él ve a una Elsa más joven, y a un José con pelo, besándose como la primera vez. Ella le acomoda el cuello de la camisa, le besa los finos labios y le dice, casi a modo de reto:

“Dale amor, apurate, que juega Huracán y vas a llegar tarde”.


Juan Rey, para Revolución Quemera.

Pd: Quiero dedicar estos trozos de la vida de José, que más mal que bien pude reconstruir, a Mica, mi novia, amiga y compañera. Mi crítica literaria y fuente de inspiración. Gracias por entender esta puta enfermedad con forma de globo.

Las 18 primeras firmas participarán de un pequeño regalo de Revolución Quemera. El que firma primero, tendrá la oportunidad de elegir el nº de camiseta que piensa que convertirá el primer gol de Huracán ante San Juan (ejemplo: si elige el 7 y Milano tiene ese dorsal en la camiseta y hace el primer gol, será el ganador). Si el partido sale 0 a 0, ganará el que tenga el 1 (Número del arquero). Si Huracán pierde y no hace goles, será triunfador el que tenga el Nº 12 (arquero suplente). En la firma, dejá tu nombre completo, cuenta de Twitter o Face y número de socio.