La vida es sueño
“Los amores cobardes
no llegan
a amores ni a
historias, se quedan allí.
Ni el recuerdo los
puede salvar,
ni el mejor orador
conjugar”
Óleo de Mujer con
Sombrero – Silvio Rodríguez
José me
dejó atrás. Siguió, sin saber que había dado pie a una previa, su vuelta a
casa. En sentido contrario al de este servidor, el viejo de la boina recorrió
la calle Luna hasta llegar a la esquina de Caseros, donde el semáforo lo
detuvo. No era que estuviera en rojo por completo, pero hace unos años ya que
no puede permitirse el apuro que conlleva cruzar la calle cuando el muñeco
titila.
Tras
caminar intermitentemente las cuadras restantes, llega a la puerta de su
domicilio.
“Tantos
años”, piensa, “Y siempre en el mismo barrio. Siempre acá, con mis dos amores.”
Alguna vez,
él me había comentado que de niño era fanático del fútbol, se emocionaba los
domingos al ver esa gente caminando hacia el Palacio Ducó por un solo
sentimiento. Sin embargo, como todos, el pibe tuvo que cargar con su cruz: José
era, lo que se dice, un patadura.
Nunca lo elegían en el parque. Nunca lo invitaban a la cancha, de hecho, nunca
se había animado a ir al Palacio.
Saca las
llaves que, como siempre, le cuesta encontrar. En esos segundos sigue
recorriendo su vida. Escucha, con una precisión asombrosa, la radio que
nombraba su número: le tocaba la colimba. No lo podía creer. La Armada, en
Bahía Blanca. 6 meses. 6 meses sin los domingos de fútbol, sin esas mágicas
procesiones. 6 meses sin jugar al metegolentra. 6 meses sin verla. Lejos estaba
Elsa de ser su novia, más aún, casi ni sabía de su existencia porque, claro, él
no era lo que se dice un chico popular. Pero el caso es que José estaba
locamente enamorado.
-“¿Fue amor a primera vista?” ,osé
preguntarle una tarde gris.
-“¿Acaso existe otro?, respondió
contundentemente.
Con la
prestancia de un soldado, se dispuso a subir los dos pisos por escalera.
“Firme, recluta. ¿Así va a defender a su
país? ¿Así va a pelear por lo que quiere?
¡La patria no necesita cobardes!” Aún le retumbaban en los oídos las
palabras del Coronel. En esos viejos tiempos, José era anarquista. No creía en
la patria, ni en el ejército, ni en las guerras. Su patria era Huracán. Y Elsa.
La puerta,
como casi siempre, entornada. La Spica prendida. La hornalla no seguía
sosteniendo la pava, pero aún así el fuego estaba encendido al mínimo.
Deslizando los pies por aquellos históricos mosaicos, llega al sillón. Antes de
sentarse la contempla. “Cada día más
bella” piensa José. ¿Hace cuánto? 60, 70 años que están juntos. Es cierto
que no pudieron tener hijos, cosas de la vida, pero el tiempo pasó, y a lo
largo de su vida Elsa fue la única constante. Perdón, Elsa y Huracán. “Y pensar que mis dos amores me eran esquivos
en un principio. El viejo facho tenía razón al final, la patria no necesita cobardes” Me confesó hace un tiempo en la
Bonavena.
El día va
terminando y José se persigna ante una foto de Masantonio. Mira a su derecha. “Y cuánto más bella que es dormida”,
piensa. Recuerda todo lo que pasaron juntos. Esos primeros años, donde el amor
comenzó a forjar cicatrices en su piel. Ella lo quería, aunque él no se daba
cuenta. Le costaba asumir el significado de “para siempre”. Es que nadie nunca
lo había querido, o por lo menos no de esa manera. Le costó, al principio,
pensar la vida de a dos, ¡si el era un excluído, casi un paria! No lograba
interpretar las señales femeninas, no llegaba a
notar cuando decía algo fuera de lugar, cuando ella necesitaba una
caricia, un abrazo. Pero la amaba. Y ella lo sabía.
Se acostó a
su lado, en la misma cama de hace 70 años. Le dio un beso en la frente, y apoyó
la cabeza en la almohada tomándola de la mano, como hace 70 años. Antes de
apagar la luz se mira al espejo, aquel que perteneció a su abuela, y a través
de él ve a una Elsa más joven, y a un José con pelo, besándose como la primera
vez. Ella le acomoda el cuello de la camisa, le besa los finos labios y le dice,
casi a modo de reto:
“Dale amor,
apurate, que juega Huracán y vas a llegar tarde”.
Juan Rey,
para Revolución Quemera.
Pd: Quiero
dedicar estos trozos de la vida de José, que más mal que bien pude reconstruir,
a Mica, mi novia, amiga y compañera. Mi crítica literaria y fuente de
inspiración. Gracias por entender esta puta enfermedad con forma de globo.
Las 18 primeras firmas participarán de un pequeño regalo de Revolución Quemera. El que firma primero, tendrá la oportunidad de elegir el nº de camiseta que piensa que convertirá el primer gol de Huracán ante San Juan (ejemplo: si elige el 7 y Milano tiene ese dorsal en la camiseta y hace el primer gol, será el ganador). Si el partido sale 0 a 0, ganará el que tenga el 1 (Número del arquero). Si Huracán pierde y no hace goles, será triunfador el que tenga el Nº 12 (arquero suplente). En la firma, dejá tu nombre completo, cuenta de Twitter o Face y número de socio.