Tecnología
Tal vez este sábado no puedas ir a la cancha, y sigas el encuentro vía Twitter.
Quizás te enteres de muchas, muchísimas
novedades del equipo y del club gracias a las páginas web.
El Facebook está reemplazando al bar y al
cafetín como lugar de debate, como espacio de intercambio de ideas.
Hace unos años que
el correo se cambió por el e-mail,
que se perdió ese cosquilleo de abrir el buzón y no saber quien escribe, de
recibir estampillas y postales de cualquier parte del mundo.
Están de moda los aparatos
smart (del inglés, inteligente). Son smart porque pueden conectarse a la red
desde casi cualquier punto del globo, porque permiten tenernos permanentemente al
tanto de las “noticias” (sin, por otro lado, informarnos quién las dice…) y así
evitarnos quedar fuera del sistema. De esta manera, ya el término hablar no se refiere a una conversación
cara a cara, sino al frío intercambio de mensajes vía Whatsapp. El potrero cae de rodillas frente a los torneos de Play Station.
Los e-books, perfectamente legibles desde
modernos aparatos, ofrecen una solución liviana al problema del transporte de
libros, “más ecológica y sustentable, más aggiornado a la actualidad” según
palabras de algún CEO. Pese a todo, nunca podrán desarrollar un software que haga dicho avance
tecnológico tan compatible con el café como el papel, ni que nos reconforte
tanto con su aroma.
Instantáneo como sinónimo de
bueno. Ya no se “pierde tiempo” cocinando. No. Se normalizaron los sabores, en
todos lados podés tener la misma comida.
Tantos
aspectos de la vida invadidos por la nanoera,
y pareciera que el fútbol, en este sentido, hubiera crecido en una cápsula
aséptica, esteril, aislada de la civilización. Cuesta encontrar una explicación
lógica para entender que uno de los negocios que mayores caudales de dinero
mueve en el planeta decidiera preservar
las raíces. Los popes de la FIFA durante años se han negado a la
introducción de la tecnología. Claro, en otros deportes como el tenis, la
natación o el rugby la preponderancia del árbitro se vio claramente afectada
por su intromisión, ya que la objetividad pasa a ganarle terreno a las
interpretaciones subjetivas, y el peso del reglamento rige, le pese a quien le
pese.
Lamentablemente
para ellos, las transmisiones televisivas hoy en día dejan expuestos los
errores involuntarios y los no tanto.
¿Qué
hubiera pasado si en el último mundial se convalidaba el gol de Lampard a
Alemania? ¿Qué hubiera pasado si Brazenas pedía volver a ver la polémica
jugada? ¿Y en el 86 en Argentina Inglaterra?
Que
quede claro algo, la ciencia no es ni buena ni mala. Lo que puede juzgarse, por
otro lado, es cómo se utiliza.
Por
suerte, nunca van a poder mandarme abrazos por Iphone, ni tus besos por Webcam.
Juan Rey