miércoles, 19 de marzo de 2014

La Previa, por Juan Rey

"Eternamente hasta luego"

El taxi marchó rápidamente por la Avenida 18 de Julio, tras largas cuadras y tantos viboreos descendió hasta el puerto del Buceo. Mariela se apresuró a pagar sin preocuparse por recoger su cambio, no es que despreciara la plata sino que su objetivo era más trascendental. Cruzó la ancha avenida y se dispuso en el mismo banco de piedra que la sostenía domingo tras domingo.
El carnaval había terminado hace más de dos meses, sin embargo los tambores y candombes seguían resonando por las calles de Montevideo y muy especialmente dentro del corazón de Mariela, que hace más de 60 años latía al son de la música. Prendió la vieja Spika de Jorge…nada.
Aquel ritual que repetía todas las semanas era lo único que podía volver a conectarla con el amor de su vida. No sabía bien qué había pasado. Lo cierto fue que una noche ella regresó al departamento que compartían en el barrio del Abasto después de otra agotadora jornada de danzas esperando el aroma de su comida, un beso de recibida, dos copas de vino recién abierto y no encontró nada de eso. Al abrir la puerta de su unidad, Mariela no pudo ver más que papeles por el piso, platos rotos y muebles desparramados, hasta ejemplares rotos de los apuntes que Jorge entregaba a sus alumnos de la Facultad de Ciencias Sociales, pero de él ni noticias. No lo volvió a ver.
Esperó varios días, seguía sin aparecer. Luego de una semana se dispuso a hacer la denuncia en la comisaría de la circunscripción, pero súbitamente la detuvo una llamada telefónica. El mejor amigo de Jorge no se atrevió a decirle nada, simplemente que tomara las cosas que pudiera y se fuera del país, que no diera sus datos a nadie. Y cortó.
En el vapor que la cruzó a la otra orilla del Río de la Plata, comenzó a comprender que no era la única en esa situación. El clima político que ya estaba tenso se había alborotado con el regreso de Perón, y llegado a su clímax tras su muerte, sin embargo no lograba interpretar qué le resultaba distinto aquella vez. Con anterioridad los militares ya habían interrumpido el orden democrático y suspendido los derechos ciudadanos, pero en esa ocasión el clima era distinto, como si todos supieran que estaban ocurriendo acontecimientos extraños y nadie se animara a decirlo. El terror estaba presente en cada aspecto de la vida.
Los primeros días en la pensión de la Ciudad Vieja fueron duros, aún así se logró sobreponer y comenzó a contactarse con otros argentinos y uruguayos que hacían circular noticias no oficiales. Sin embargo todas las noches lloraba por Jorge. Sentía que le habían amputado una parte insustituible de su existencia.

El viento jugueteaba ahora con el pelo negro ensortijado de Mariela, mientras ella oteaba el horizonte en el Río de la Plata, como si sintiera cercana la presencia de su amor. La Spika dejó salir una voz conocida. El “gordo” Muñoz daba la bienvenida a sus radioescuchas, mientras anunciaba cómo Houseman movía el esférico hacia Larrosa, Ardiles picaba por la derecha y el Gitano Juárez prendía un tabaco. Ahora sí, podía seguir llorando. 

Juan Rey