“Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir,
desborda el alma”, decía Julio Cortázar. Nada más cierto. Ya transcurrieron 48
horas desde que Huracán se coronó y aún me encuentro pasmado, repasando los
hechos que tuvieron lugar el día miércoles, pues todavía no sé a ciencia cierta si aquellas imágenes sólo fueron producto de creaciones oníricas.
Sumergido en un letargo y rozando la estupefacción, observo
incansablemente los videos que confirman que aquello que tanto soñé, realmente
sucedió. Apenas me despego de aquellas filmaciones para escribir estas palabras,
pues, a pesar de haber presenciado el partido desde el lugar de los hechos –bajo un emocionante clima de algarabía– todavía no concibo que esto realmente haya
sucedido.
Intento elucubrar pensamientos organizados, pero mi mente
dicta las normas y, un tanto veleidosa, arroja imágenes que comprometen a mi
corazón que, abarrotado, produce las lágrimas más puras, que sintetizan la
felicidad que cada uno de los quemeros siente por dentro. Allí, se entremezclan
todo tipo de sensaciones y la memoria, caprichosa, yuxtapone el recuerdo de las
lágrimas del 2009, el rostro de Ángel y del equipo del pueblo que no pudo
consagrarse –tras haber visto como un árbitro facineroso nos sacaba de las
manos aquel campeonato– con la felicidad de este título, allí, en esta evocación un
tanto melancólica, aparecen tantos hechos que me signaron a fuego…
Alegrías, desazones, todo se conjugó en un mismo instante. La Copa Argentina era el trasfondo de un estallido emocional interno, que se reflejaba en mi rostro compungido… A mis costados, miles de quemeros delirando... Jamás me olvidaré de esta escena tan bella y tan significativa para mi vida y la de muchos otros hinchas de Huracán.
Alegrías, desazones, todo se conjugó en un mismo instante. La Copa Argentina era el trasfondo de un estallido emocional interno, que se reflejaba en mi rostro compungido… A mis costados, miles de quemeros delirando... Jamás me olvidaré de esta escena tan bella y tan significativa para mi vida y la de muchos otros hinchas de Huracán.
En autos, combis, micros, aviones… Allí estaban, con el
escudo de Huracán en su pecho; soñadores que se movilizaron por toda la
geografía de la Argentina, siguiendo a ese globo que viajaba más alto que
nunca. Añorando aquel pasado glorioso, convencidos de que volverían a seguir sus pretéritas huellas –de mediados del siglo XX– para, nuevamente, sentir el sabor del triunfo, de un
campeonato que vale más que ninguno, ya que trae aparejado un sinfín de
consecuencias positivas para nuestro club. Se abre un nuevo camino para
Huracán, una posibilidad de volver a disputar la Libertadores y de debutar en
la Sudamericana, la oportunidad de sumar más socios, de reivindicar a este club
que supo estar en lo más alto, y que ahora tiene la gran chance de volver
consolidarse.
Tantas veces el destino prestidigitó contra nosotros. Tantas
veces nos codeamos con la cima, para luego caer en una pendiente que parecía no
tener fin; pero, pues, a pesar de todo y de todos, Huracán vuelve a resurgir. La suerte, el destino, Dios o quien sea volvieron a mostrarnos el camino y a
dejarnos en claro que quien sueña, tendrá su reconocido premio.
Nuevamente, vuelven a inmiscuirse en mi mente,
reminiscencias de esta semana gloriosa. Fue en Aeroparque, cuando, tras una
pésima gestión de Aerolíneas Argentinas, se había suspendido el vuelo –luego, debido a la presión de los quemeros, se reprogramó para las 22hs– dejando varados a cientos de hinchas del globo. En ese momento, me distancié, por un instante, de la
realidad. Había escuchado un conjunto de palabras que sonaban un tanto
trilladas, pero el quiebre de la voz de este quemero me indicaba que allí había
algo más que palabras. Eran sentimientos puros, pasiones que venían directo
desde el alma, sin escalas. “Señora, usted no entiende, para mi Huracán es
TODO, es el amor de mi vida” le vociferaba este soñador a la empleada de Aerolíneas, que no supo asimilar lo
que le estaban diciendo, pues su corazón ya estaba alienado de todo
sentimiento, y el prejuicio la había teñido de color gris.
Aquel quemero, vos, yo, TODOS LOS HINCHAS DE HURACÁN
merecíamos bellos milagros… y los conseguimos. Vamos por muchos más….
Tengo el orgullo de puntuar a los once jugadores que, a
pesar de que –la mayoría de ellos– no llegarán a ganarse el mote de ídolos, quedarán en la historia.
Díaz: 10 – Valiéndose de sus capacidades cuasi animales y de
su fuerza de piernas, contuvo dos penales y se terminó de consolidar como el
mejor arquero del fútbol argentino. Gloriosa actuación de este gladiador tan
enaltecido por los quemeros. De no ser por sus intervenciones, el globo no
hubiese podido levantar su copa número doce. Ojalá se quede en el club de por
vida, pues es un líder positivo y un notable arquero. Chapeau.
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Mancinelli: 6 – Con un gran temple y sin oficio de lateral,
realizó un buen trabajo, ganando en el mano a mano en la mayoría de las
ocasiones. Si bien su sector fue el más vulnerable, su tarea fue positiva ya
que Villarruel, que en esta ocasión fue casi un volante externo, no le brindó
demasiado apoyo.
Erramuspe: 8 – Gran partido de Rodrigo. Entendió a la
perfección cómo debe jugarse una final y, junto con Domínguez, anularon
completamente a Niell y a Valencia, que no tuvieron el más mínimo resquicio
para colarse en la muralla que había construido el globo. Huracán se coronó no
sólo por la actuación de Marcos en los penales, sino también por la firmeza que
mostró en la última línea.
Domínguez: 8 – Al igual que Erramuspe, se valió de su
experiencia y de su carácter y dio una clase sobre cómo se debe jugar una
final. Solidez, inteligencia y compromiso al servicio del equipo. En el mano a
mano fue una garantía, clausurando cualquier intento de reacción por parte de
Central. Pieza clave de esta victoria. Su actuación sólo estuvo por debajo de la de San Marcos.
Arano: 6 – Puso todos y cada uno de sus recursos en la cancha, cerrando
a la perfección la banda izquierda y utilizando la astucia para manejar
los tiempos y no comprometer a la defensa. A pesar de la irregularidad que mostró
a lo largo del año, hizo pesar su experiencia demostrando que, en las finales, es fundamental tener a jugadores de trayectoria.
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Villarruel: 5 – Por orden de Apuzzo, se recostó sobre la banda derecha y lució incómodo. Colaboró con la marca, pero no fue del todo gravitante en el juego. En un partido flojo e intenso, su coraje y su fiereza alcanzaron ocultar lo que no fue un gran partido de Lucas.
Vismara: 7 – A pesar de no tener demasiada compañía en el
sector central, completó un gran partido, apareciendo por todos los sectores de
la cancha, presionando a los rivales y recuperando una gran cantidad de balones.
A la hora de distribuir en el balón, es un tanto flemático, pues relentiza el
juego, desplazándose con movimientos un tanto aletargados y sin la agilidad que
debe tener un volante central. En esta ocasión, compensó ese déficit con una buena
tarea de marca y pressing.
Toranzo: 5 – En esta final, se lo necesitó más comprometido
con la marca, y no pudo ofrecer demasiado en ese aspecto. En la distribución
del balón, también fue limitado, abusando de pelotazos a Wanchope o, en algunos
casos, sin destino. Es cierto que el Pato no contó con opciones para asociarse y sufrió la marca intensa de Central; sin embargo, su actuación no fue del todo efectiva y careció de la agilidad necesaria para presionar a los rivales y, a la vez, generarse espacios.
Martínez: 5 – Jugó retrasado y no pudo aportar demasiado en
los últimos metros. Su principal compromiso fue con la última línea, apoyando
a Arano para impedir que Ferrari y Encina se valgan de la superioridad
numérica y avancen sobre el área quemera. Más tarde, en la definición por penales, no
pudo con Caranta.
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Espinoza: 5 – Corrió por todos los sectores de la cancha,
pero perdió en los duelos mano a mano en la mayoría de las ocasiones. Esta vez
no fue el héroe, ni pudo desequlibrar a la defensa de Central, pero dejó hasta la última gota de sudor en la cancha. Ojalá
levante muchas más copas con Huracán.
Ábila: 5 – Regular encuentro de Wanchope, que por momentos
disputó un duelo aparte con el implacable Gómez Andrade, que lo siguió hasta el
cansancio y no le permitió tener demasiadas situaciones de peligro. En la
segunda mitad, tras un buen pelotazo de Toranzo, se sacó de encima a su
marcador y definió a contrapierna de Caranta, que evitó el gol con sus piernas.
Luego, falló en la tanda de penales.
Paisaje en blanco y negro...
Dibujábase una flor
blanca y roja
entre tanta palidez
Laureles brillantes
coronaban
su espectáculo
La noche,
cálida,
ilustraba aquel escenario
cálida,
ilustraba aquel escenario
escindido por dioses
de otros universos
Cosmogonías del tiempo,
que narraron la suerte
de estos gladiadores
Recurríase a un santo
para escribir las páginas
más gloriosas
de esta bella historia
Reminiscencias de un pasado,
matices conjugados
entre lágrimas y sonrisas
Doce estrellas
marcadas
en cada rincón
de su piel
Almas que se compenetran
en una misma voz
que sólo grita
DALE CAMPEÓN
Agustín Macri