sábado, 29 de noviembre de 2014

El camino de la gloria

“Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir, desborda el alma”, decía Julio Cortázar. Nada más cierto. Ya transcurrieron 48 horas desde que Huracán se coronó y aún me encuentro pasmado, repasando los hechos que tuvieron lugar el día miércoles, pues todavía no sé a ciencia cierta si aquellas imágenes sólo fueron producto de creaciones oníricas. 

Sumergido en un letargo y rozando la estupefacción, observo incansablemente los videos que confirman que aquello que tanto soñé, realmente sucedió. Apenas me despego de aquellas filmaciones para escribir estas palabras, pues, a pesar de haber presenciado el partido desde el lugar de los hechos bajo un emocionante clima de algarabía todavía no concibo que esto realmente haya sucedido.

Intento elucubrar pensamientos organizados, pero mi mente dicta las normas y, un tanto veleidosa, arroja imágenes que comprometen a mi corazón que, abarrotado, produce las lágrimas más puras, que sintetizan la felicidad que cada uno de los quemeros siente por dentro. Allí, se entremezclan todo tipo de sensaciones y la memoria, caprichosa, yuxtapone el recuerdo de las lágrimas del 2009, el rostro de Ángel y del equipo del pueblo que no pudo consagrarse –tras haber visto como un árbitro facineroso nos sacaba de las manos aquel campeonato– con la felicidad de este título, allí, en esta evocación un tanto melancólica, aparecen tantos hechos que me signaron a fuego… 

Alegrías, desazones, todo se conjugó en un mismo instante. La Copa Argentina era el trasfondo de un estallido emocional interno, que se reflejaba en mi rostro compungido… A mis costados, miles de quemeros delirando... Jamás me olvidaré de esta escena tan bella y tan significativa para mi vida y la de muchos otros hinchas de Huracán.

En autos, combis, micros, aviones… Allí estaban, con el escudo de Huracán en su pecho; soñadores que se movilizaron por toda la geografía de la Argentina, siguiendo a ese globo que viajaba más alto que nunca. Añorando aquel pasado glorioso, convencidos de que volverían a seguir sus pretéritas huellas de mediados del siglo XX para, nuevamente, sentir el sabor del triunfo, de un campeonato que vale más que ninguno, ya que trae aparejado un sinfín de consecuencias positivas para nuestro club. Se abre un nuevo camino para Huracán, una posibilidad de volver a disputar la Libertadores y de debutar en la Sudamericana, la oportunidad de sumar más socios, de reivindicar a este club que supo estar en lo más alto, y que ahora tiene la gran chance de volver consolidarse.

Tantas veces el destino prestidigitó contra nosotros. Tantas veces nos codeamos con la cima, para luego caer en una pendiente que parecía no tener fin; pero, pues, a pesar de todo y de todos, Huracán vuelve a resurgir. La suerte, el destino, Dios o quien sea volvieron a mostrarnos el camino y a dejarnos en claro que quien sueña, tendrá su reconocido premio. 

Nuevamente, vuelven a inmiscuirse en mi mente, reminiscencias de esta semana gloriosa. Fue en Aeroparque, cuando, tras una pésima gestión de Aerolíneas Argentinas, se había suspendido el vuelo –luego, debido a la presión de los quemeros, se reprogramó para las 22hs dejando varados a cientos de hinchas del globo. En ese momento, me distancié, por un instante, de la realidad. Había escuchado un conjunto de palabras que sonaban un tanto trilladas, pero el quiebre de la voz de este quemero me indicaba que allí había algo más que palabras. Eran sentimientos puros, pasiones que venían directo desde el alma, sin escalas. “Señora, usted no entiende, para mi Huracán es TODO, es el amor de mi vida” le vociferaba este soñador a la empleada de Aerolíneas, que no supo asimilar lo que le estaban diciendo, pues su corazón ya estaba alienado de todo sentimiento, y el prejuicio la había teñido de color gris.

Aquel quemero, vos, yo, TODOS LOS HINCHAS DE HURACÁN merecíamos bellos milagros… y los conseguimos. Vamos por muchos más….

Tengo el orgullo de puntuar a los once jugadores que, a pesar de que la mayoría de ellos no llegarán a ganarse el mote de ídolos, quedarán en la historia.

Díaz: 10 – Valiéndose de sus capacidades cuasi animales y de su fuerza de piernas, contuvo dos penales y se terminó de consolidar como el mejor arquero del fútbol argentino. Gloriosa actuación de este gladiador tan enaltecido por los quemeros. De no ser por sus intervenciones, el globo no hubiese podido levantar su copa número doce. Ojalá se quede en el club de por vida, pues es un líder positivo y un notable arquero. Chapeau.
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Mancinelli: 6 – Con un gran temple y sin oficio de lateral, realizó un buen trabajo, ganando en el mano a mano en la mayoría de las ocasiones. Si bien su sector fue el más vulnerable, su tarea fue positiva ya que Villarruel, que en esta ocasión fue casi un volante externo, no le brindó demasiado apoyo.
Erramuspe: 8 – Gran partido de Rodrigo. Entendió a la perfección cómo debe jugarse una final y, junto con Domínguez, anularon completamente a Niell y a Valencia, que no tuvieron el más mínimo resquicio para colarse en la muralla que había construido el globo. Huracán se coronó no sólo por la actuación de Marcos en los penales, sino también por la firmeza que mostró en la última línea.
Domínguez: 8 – Al igual que Erramuspe, se valió de su experiencia y de su carácter y dio una clase sobre cómo se debe jugar una final. Solidez, inteligencia y compromiso al servicio del equipo. En el mano a mano fue una garantía, clausurando cualquier intento de reacción por parte de Central. Pieza clave de esta victoria. Su actuación sólo estuvo por debajo de la de San Marcos.
Arano: 6 – Puso todos y cada uno de sus recursos en la cancha, cerrando a la perfección la banda izquierda y utilizando la astucia para manejar los tiempos y no comprometer a la defensa. A pesar de la irregularidad que mostró a lo largo del año, hizo pesar su experiencia demostrando que, en las finales, es fundamental tener a jugadores de trayectoria.
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Villarruel: 5 – Por orden de Apuzzo, se recostó sobre la banda derecha y lució incómodo. Colaboró con la marca, pero no fue del todo gravitante en el juego. En un partido flojo e intenso, su coraje y su fiereza alcanzaron ocultar lo que no fue un gran partido de Lucas.
Vismara: 7 – A pesar de no tener demasiada compañía en el sector central, completó un gran partido, apareciendo por todos los sectores de la cancha, presionando a los rivales y recuperando una gran cantidad de balones. A la hora de distribuir en el balón, es un tanto flemático, pues relentiza el juego, desplazándose con movimientos un tanto aletargados y sin la agilidad que debe tener un volante central. En esta ocasión, compensó ese déficit con una buena tarea de marca y pressing.
Toranzo: 5 – En esta final, se lo necesitó más comprometido con la marca, y no pudo ofrecer demasiado en ese aspecto. En la distribución del balón, también fue limitado, abusando de pelotazos a Wanchope o, en algunos casos, sin destino. Es cierto que el Pato no contó con opciones para asociarse y sufrió la marca intensa de Central; sin embargo, su actuación no fue del todo efectiva y careció de la agilidad necesaria para presionar a los rivales y, a la vez, generarse espacios. 
Martínez: 5 – Jugó retrasado y no pudo aportar demasiado en los últimos metros. Su principal compromiso fue con la última línea, apoyando a Arano para impedir que Ferrari y Encina se valgan de la superioridad numérica y avancen sobre el área quemera. Más tarde, en la definición por penales, no pudo con Caranta.  
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Espinoza: 5 – Corrió por todos los sectores de la cancha, pero perdió en los duelos mano a mano en la mayoría de las ocasiones. Esta vez no fue el héroe, ni pudo desequlibrar a la defensa de Central, pero dejó hasta la última gota de sudor en la cancha. Ojalá levante muchas más copas con Huracán.
Ábila: 5 – Regular encuentro de Wanchope, que por momentos disputó un duelo aparte con el implacable Gómez Andrade, que lo siguió hasta el cansancio y no le permitió tener demasiadas situaciones de peligro. En la segunda mitad, tras un buen pelotazo de Toranzo, se sacó de encima a su marcador y definió a contrapierna de Caranta, que evitó el gol con sus piernas. Luego, falló en la tanda de penales.  

Paisaje en blanco y negro...
Dibujábase una flor
blanca y roja
entre tanta palidez

Laureles brillantes
coronaban
su espectáculo

La noche,
cálida,
ilustraba aquel escenario
escindido por dioses
de otros universos

Cosmogonías del tiempo,
que narraron la suerte
de estos gladiadores

Recurríase a un santo
para escribir las páginas
más gloriosas
de esta bella historia

Reminiscencias de un pasado,
matices conjugados
entre lágrimas y sonrisas

Doce estrellas
marcadas
en cada rincón
de su piel

Almas que se compenetran
en una misma voz
que sólo grita
DALE CAMPEÓN

Agustín Macri