Huracán fue humillado por el ignoto Mineros de Venezuela, y
quedó eliminado de la Copa Libertadores. Duele no sólo por el resultado y la eliminación, sino
por la abulia que mostraron la mayoría de los jugadores.
Desde el minuto cero, hasta la culminación del partido,
jamás hubo una sola idea ni intención alguna de ganar el partido. De eso no hay dudas.
Se podrán elucubrar millones de teorías –muchas pueden ser factibles– pero
todas ellas parten de una certeza, de una verdad que no necesitar ser
demostrada, porque cada uno de nosotros lo vio con sus propios ojos: el globo
nunca tomó las riendas del encuentro, ni aceleró, ni mostró un ápice de
vergüenza deportiva. Se puede perder, pero de otra manera.
La mayoría de los futbolistas de Huracán no habían jugado una Copa
Libertadores, con lo que eso representa; además de la ostentosa suma de dinero
que ofrece la CONMEBOL por pasar de ronda. Ergo, me permito suponer que algunos
estarían cumpliendo el sueño de sus vidas, entonces me pregunto ¿por qué
algunos jugaron como si el partido no revistiera interés? El globo pareció medir
fuerzas los 90 minutos, como si no quisiera doblegar a su rival, que ante
algunas aproximaciones, ya dejaba expuesta su fragilidad defensiva.
¿Por qué sólo dos jugadores (Puch y
Ábila) intentaron romper el cero? ¿Por
qué los futbolistas que nos representan en el continente no pusieron la
voracidad que cualquier otro sí habría dejado en la cancha? ¿Un equipo que
vapuleó al más caro del continente, puede caer por tres tantos ante uno de los
peores de la Copa? Sí, quizás, pero no de esta forma. Las preguntas quedarán, y probablemente jamás serán respondidas; cada uno podrá tener su verdad, o aferrarse a lo
que ya sabemos, que es el hecho de que el equipo no demostró en la cancha
ninguna intención de quedarse con los tres puntos.
Es lógico y entendible que ahora salgan a la luz todos los
errores que se vienen cometiendo desde enero hasta hoy. La ineptitud de los
dirigentes en el mercado de pases, la falta de preparación física y la campaña
de socios que brilló por su ausencia, fueron los desaciertos más relevantes. Lo cierto es que Huracán perdió una
oportunidad histórica, y si bien esto tuvo lugar en el día de ayer, los errores
más groseros se cometieron en enero, cuando algunos dirigentes pedían
tranquilidad. Lo que no se dieron cuenta es que diseñaron un plantel igual o
inferior al que no se destacó ni siquiera en el Nacional B.
Aunque duela asimilarlo, Huracán cada día se comprometía más
en el torneo local, y tarde o temprano iba a tener que dejar de lado la Copa Libertadores. De haberse planificado de otra manera, las cosas
hubiesen sido distintas. Ya desde enero habíamos anticipado que las cosas se
estaban haciendo mal (ver "Barajar y dar de nuevo"). Más allá de todo, el sábado el globo tendrá una nueva
final, y la posibilidad de sumar su título número trece. El contexto no es el
mejor, porque el conjunto quemero ocupa el puesto 25° del certamen local, está eliminado
de la Copa y tiene dos bajas –Villarruel y Domínguez no jugarían la Supercopa
por sendas lesiones–; pero no deja de ser una final, y como se suele decir, un
partido aparte.
La mancha que dejaron será difícil de borrar. Los futbolistas se encargaron de echar por tierra
todo aquello que habían construido desde el día en que levantaron la Copa
Argentina. A partir de hoy habrá que ser mesurados, puesto que los ídolos son
aquellos que dejaron su vida para viajar a Venezuela, no los que entraron a la
cancha y les respondieron con desgano.
No quiero prometerles nada, porque no soy quien para hacerlo;
pero el 26 de noviembre de 2014 estuve en San Juan y antes de hacerlo tuve los
mismos contratiempos, porque el plantel no daba respuestas, estaba al borde de
permanecer en la B Nacional –y compartir la categoría con Estudiantes de San
Luis y Juventud Unida de Gualeguaychú– y
los pronósticos no eran los mejores para aquella final. Al fin y al cabo, la
historia tiene sucesos inesperados, y así como en noviembre del año pasado hubo
un cambio de actitud en el plantel, también puede repetirse en esta ocasión. El
sábado podemos escribir otra página gloriosa, y dar la hazaña venciendo a uno
de los equipos más grandes del país. San Juan te espera, quemero. No te quedes
con las ganas de volver a gritar "campeón".
Agustín Macri
Agustín Macri