Y dale con el camuflaje…y
dale con el camuflaje…
El vino de la casa estaba medio “picado”.
El bolsillo lo hace elegir.
No así el arroz con calamares.
También los bodegones del centro han bajado su calidad.
Ya en el segundo “cortado”, en jarrito con apenas un toque
de leche, Roberto –muy exigente él -
sentenció:
"Leí tu último relato
en Revolución Quemera. Déjate de joder. Son las camisetas que se usan hoy. Son
modernas.
Estás hecho un viejo.
O con esa camiseta no
hubieras aplaudido al Loco o a
Miguelito".
Lunes a la noche.
El led de pantalla plana fue regulado tonalmente hasta
alcanzar su máxima intensidad y definición.
De pronto el verde brillante del césped del Ducó se mimetizó
con diez casacas del “verde esperanza
nunca pierde”.
Sí Roberto, otra vez el camuflaje en busca de la identidad
perdida.
Apenas un ribete rojo en el cuello.
Como el pasto, que en principios de la primavera arroja unas
florcitas pequeñas y rosadas en la desnivelada quinta de Torcuato, que con los
sucesivos cortes desaparecen.
Un equipo chico de un club grande, que se
asemeja a Los Enanitos verdes, aquella banda de rock de los ‘90 que pocos
recuerdan y que apenas trascendió por su
“Lamento boliviano”.
Un equipo chico de un club grande que ni
por asomo se asemeja a las verdes “gatas peludas” que pican y pican y te dejan
ronchas imposibles de “bajar”.
Un equipo chico de un club que fue grande,
con el Increíble Hulk*, el monstruo verde, salvador de la Humanidad, que rompe
su casaca, se convierte en héroe y hace un gol de otro mundo que nos permite
ganar a Atlético Rafaela en un Ducó
verde y vacío.
Otra vez el camuflaje
Roberto. Es lo que se usa. Es lo que tenemos.
Estoy viejo, tenés razón.
*Busquen en Internet si no se acuerdan.