Quemar las naves. Frase acuñada en
el siglo XVI, atribuida al sanguinario o genial (según la parte de la
biblioteca que leamos) Hernán Cortés. Frase que forma parte del lenguaje
popular futbolero, por lo menos de los últimos años. Cuentan que al llegar a lo
que años después sería México, un mar de dudas inundó a los soldados españoles.
Ya sé, hace mucho que no escribo. Ya
sé, también, que si perdemos quizás me tilden de mufa. Pero estamos en vísperas
de un partido histórico, ¿cómo no voy a tratar de escribir algo?
Tengo mi entrada. Fui el martes a
sacarla, con carnet en mano. En 10 minutos llegué, hice la fila, pagué y me
fui. Del otro lado de la vereda, la fila de “No socios” llegaba a la esquina.
Interesante la decisión dirigencial de tratar de capitalizar este momento para
engrosar el padrón, sin embargo, pensando en lo estrictamente económico, no
pareciera muy tentador para el laburante asociarse quedando a lo sumo dos
partidos, y luego tener un bache hasta febrero, pagando la cuota y sin ir al
Ducó. Habrá que relevar cuántos de los nuevos socios permanecen en el padrón
para determinar la efectividad de la medida.
En lo futbolístico, tenemos una gran
ventaja, River cree que la serie es un trámite, que ya ganó. Así lo manifiestan
los medios y los hinchas. Huracán, que detenta una leve diferencia a favor, no
es mencionado como el favorito. En definitiva, el escenario es similar al del
ballotage, esperemos que los resultados sean distintos.
Quemar las naves. El objetivo se
cumplió. Sufriendo (para variar), pero se cumplió. Lo único que nos queda por
delante es la historia. Esa historia de la que tanto nos vanagloriamos, y que
suele ser el bastión a la hora de defender la grandeza de nuestro club contra
otros que se tratan de atribuir el traje de “Sexto grande”. Traje que les queda
enorme. Ahora bien, la historia se construye día a día, y lo que es presente
para nosotros será estudiado por las generaciones futuras, del mismo modo que
hoy podemos sostener nuestros argumentos gracias a que otros, en algún otro
“presente” lograron esas gestas sublimes. Y la historia la construyen los
valientes, ni los tibios ni los timoratos, la construyen aquellos que se animan
a decidir, que respetan su identidad y que persiguen sus sueños. Esa historia,
la que va a dejar grabados nuestros nombres en letras de oro, que va a recordar
todas las difíciles que pasamos, esas noches frías de abrazos y lágrimas, esas
mañanas juntos y esas tardes de amor y locura. Esa historia está en la puerta,
tocándonos el timbre. Esa historia que está cansada de tanta melancolía, que
quiere cambiar adoquines por pavimento y blanco y negro por color. Esa historia
va a ser nuestra.
Juan Rey, para Revolución Quemera.