Supuestamente, dicen, que las segundas partes no siempre son las mejores. O como dice Joaquín Sabina (aplausos para él que se retiró de los escenarios): “Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”. Yo no tengo idea sí el tipo fue feliz en su primer paso en el club pero sí intenso: tenía como objetivo salvar al club del descenso. Lo cumplió.
Con su estilo particular de vivir los partidos, la institución, además de renovar su plazo en primero, terminó primera en su grupo. Pero cayó en 8vos y tal vez fue el trago más amargo de su gestión, sacando, claro está, la angustia de luchar por no perder la categoría.
Su buena campaña con nosotros fue clave para cumplir el viejo anhelo de Riquelme: tenerlo como entrenador en Boca. Se fue. Rompió el contrato y se marchó. Nos abandonó, como se abandonan los zapatos viejos (sigo citando a Joaquín).
Cuando los despiden rápido, los directores técnicos piden tiempos y proyectos a largo plazo. Cuando aparece una oferta mejor y tentadora, se tragan sus palabras. Igualmente, el tipo hizo lo que hubiese hecho cualquiera de nosotros: irse a laburar a un lugar mejor y con un mejor sueldo. Claro que no gusta. No me gusta. Pero lo que es para nosotros una pasión, para ellos es un trabajo.
Estuvo en Boca y en Paraguay. Los caminos volvieron a cruzarse. Quedaron atrás los rencores y nuevamente será la cabeza de este grupo que necesita oxigenarse, renovarse y tener objetivos claros. Sabe él, que se venderán a los más regulares, que la billetera es escasa y que tendrá que encontrar soluciones, también, en nuestra cantera.
Bienvenido nuevamente a Huracán, Diego Martínez. Que tu segundo ciclo sea mejor que el primero. Sabemos de tu capacidad de laburo. No vuelvas a fallarle este club ubicado en el boulevard de los sueños rotos (Eterno, Sabina).

