Superclásico
Chomba, jeans y zapatos náuticos.
Camisa lisa, pantalón de vestir (beige) y
chaleco.
Remera blanca con jogging azul, para hacer
gimnasia.
Pasta los domingos, probablemente ravioles
de ricota. Con tuco.
Anteojos para ver de lejos y de cerca.
Desayuno 8 en punto, almuerzo a las 13, five o´clock tea y cena a las 21.
Primera sección de La Nación, “de pe a pa”.
Esposa y dos hijos, un varón y una nena.
Un kilo de helado con cuatro gustos:
chocolate, dulce de leche, frutilla y americana.
Borges, Bioy Casares y Sábato.
Telenoche a las 20.
Peugeot 504, joya nunca taxi, y al tigre a
pasar el sábado.
15 días a Mar del Plata en verano.
Pañuelo de tela.
Crema para afeitar, Gilette, y ducha caliente tras levantarse, con cualquier AM de
fondo.
Pijama de manga larga.
Pelea de fondo, en la trasnoche del sábado.
Picada con cerveza, carne con tinto, postre
con licor.
Milanesas con puré.
El autodefinido del domingo.
La lectura en el baño.
Triples de jamón y queso.
Un tango de Carlitos.
El mate orejón, casi siempre lavado.
Chancletas y sillita en la vereda.
Lavar el auto justo antes que llueva.
Indignación política permanente.
Además de todos estos clásicos, nuestro súper clásico: esperar cada
semana que se de a conocer el día y la hora del partido del Globo. Ir a la
cancha, o seguirlo por la tele. Siempre en el mismo lugar (hace más de 100
años, ¡je, qué más clásico que eso!). Con las mismas cábalas y rituales, con la
misma gente, con la misma ilusión que fuiste caminando por Luna cuando eras
pibe y tu viejo te llevó por primera vez a conocer ese palacio tan hermoso que
es nuestra segunda casa. ¿Y me hablan de súper clásicos?
Clásico es llegar y que te hagan 25
cacheos, que el equipo insinúe y no concrete, que siempre un ex (que parecía un perro) se luzca
contra nosotros. Clásico es que el referí de turno nos bombee, y que juguemos
en días y horarios insólitos. Clásicos son esos golpes en los portones a la
salida, y el “siempre lo mismo, Huracán”. Clásico es que se largue un diluvio
torrencial, y te refugies en la tribuna Bonavena sin saber si llueve más
adentro o afuera.
Súper Clásico es que mantengamos ardiendo
esta esperanza, quizás necia o irracional, que confiemos en que de una vez por
todas Huracán recupere su grandeza.
Juan
Rey, para Revolución Quemera.