“Canta, oh musa, la cólera de Aquiles”.
Así comienza La Ilíada.
Aquiles, el héroe griego, el inmortal, el que
llevaría al triunfo helénico sobre los troyanos, se negó a seguir participando
de la contienda. Cuenta el poema que en cierta ocasión, al ingresar en su
tienda de campaña, la encontró vacía. Allí debía estar su esclava, la bella
Briseida, quien había sido raptada por Agamenón, el general griego que dirigía
el asedio. En señal de protesta Aquiles decidió dejar de luchar.
Sin su as de espadas, los griegos perdieron
territorio, la moral de la tropa se encontraba por el suelo, las derrotas se
sucedían y peligraba el triunfo final. Poco le importaba al héroe, que
permanecía intransigente ante la súplica de sus compañeros. No pensaba regresar
a la batalla hasta que se reparara su ultraje. Su obstinación hizo tambalear la
empresa con la que se hallaba comprometido, el trabajo de los estrategas, los
recursos volcados a la conclusión de una guerra en la que, en definitiva, había
decidido participar porque era su oportunidad de quedar en la historia. Es que,
en definitiva, Aquiles no peleaba por Grecia, Aquiles peleaba por él, por su
fama y por su lugar en el imaginario colectivo junto a los otros héroes. Por
eso no tuvo ningún remordimiento al abandonar la batalla.
El domingo pasado Ramón Ábila hizo un gol que
festejó de cara a la parcialidad quemera mostrando cierto enojo, cierta
molestia, cierta cólera. Quizás Ramón se fastidió con medios como esta página,
medios partidarios formados por socios de Huracán que no hacen ni más ni menos
que plasmar o expresar la opinión de un puñado de hinchas. Tal vez haya
incomodado que se escriba la realidad, que Huracán juega horrible, que no
existe una idea, una estrategia, que nos molesta haber renunciado a nuestras
banderas para “ir a la guerra con un escarbadientes”. Entiendo que puede haber
opiniones encontradas, que existirán aquellos que se deleiten con el “como sea”
y disfruten de las ejecuciones de jugadas preparadas. Pero el rol de un medio
es comprometerse, sino no escribiríamos. Y este compromiso implica empujar en
la derrota y marcar los aspectos que pueden mejorarse en el triunfo.
Huracán fue capaz de borrar al Cruzeiro de la
cancha hace sólo un par de meses, jugando un partido memorable. Eso no debe
olvidarse. Justamente, por la posibilidad objetiva que tiene este plantel de
desempeñarse de tal forma es que se le exige. Ese rendimiento debió ser el
punto de partida y no el pináculo. Después de aquella noche, la nada misma.
Peleas por migajas entre dirigentes, manejos por lo menos sospechosos en los
mercados de pases entre “allegados” (dejémoslo ahí), refuerzos…¿refuerzos?, y
partidos definitivamente desastrozos del equipo (Olimpo, Defensa y Justicia,
Godoy Cruz, San Juan, etc, etc, etc).
El caso es que después de cinco meses los
quemeros tuvimos la posibilidad de ver a nuestro equipo nuevamente en el
Palacio. No hubo insultos, no hubo críticas, no hubo silbidos, sino un
permanente aliento al equipo (que fue claramente superado por el rival en el
desarrollo del juego). Y en el momento del festejo, en el éxtasis del fútbol,
el goleador de Huracán mira desafiante a la popular local…
¿Se imaginan acaso un contador yendo a entregar
un balance a los accionistas de la empresa para la que trabaja con cara de
pocos amigos? ¿O un abogado entregando un escrito ante el juez de manera
irrespetuosa? ¿O quizás un arquitecto intimidando a quien pagó por sus
servicios a la hora de firmar los planos? Pero, como en tantas otras ocasiones,
en una cancha de fútbol pareciera que las leyes normales de la sociedad no se
cumplieran. Y así como hemos marcado que no es correcto ultrajar, arrojar
elementos, o escupir a un jugador por desempeñarse de forma incorrecta,
pareciera también necesario recordar a quienes tienen el honor de vestir la
camiseta más hermosa del mundo, que los socios del club somos sus empleadores.
Sí señores, el club es de los socios, ni de un dirigente, ni de un técnico, ni
de un puñado de jugadores. Todos ellos pasan. Hemos sido los socios los que con
nuestro esfuerzo sacamos adelante al club cuando estuvo a punto de descender a
la tercera categoría, son los socios de Hockey sobre patines los que lo ponen
en los escalafones más altos torneo tras torneo, son socios también quienes
trabajan hace años en la quemita para sacarla adelante, llenos de amor por el
club.
Entiendo que siempre es más fácil enojarse, y
encontrar un enemigo externo. Que, por ejemplo, si fue una vergüenza el partido
en Venezuela la explicación es que no se viajó en vuelo charter. Pero, ¿Cuánta
gente tiene la posibilidad de vivir trabajando dos horas por día? ¿Cuántos de
nosotros pagamos para jugar dos veces por semana a la pelota, y algunos
“profesionales” no pueden?
Como se dijo anteriormente, el rol de un medio
es comprometerse, exigir. Porque si no nos comprometemos, si dejamos que la
contienda la dirijan otros, serán sus propios intereses los que defiendan y no
los del club. Los griegos depositaron todas sus esperanzas en Aquiles, que no
tuvo ningún remordimiento en abandonar la pelea. Y como la historia se estudia
para no repetirse, nosotros estamos llamados a no caer en el mismo error, a
construir nuestro propio destino sin depender de salvadores, a gestar una
verdadera Revolución Quemera.
Juan Rey, para
Revolución Quemera.