Revolución Quemera y ADN Quemero se unen para analizar la medida que tanta controversia ha generado entre los hinchas de Huracán. Agustín Macri, representante de Revolución Quemera, y Cecilia Lazzarini, de ADN Quemero, nos dan su perspectiva acerca de esta decisión tan comentada.
El 20 de noviembre de 2015, a pocos días de la semifinal de la Copa Sudamericana, Alejandro Nadur dispuso que sólo los socios podían asistir a dicho encuentro. La medida tuvo resultados discutibles: se sumaron poco más de 5000 socios –alcanzando la cifra de 22.000, según declaró el presidente en “Por siempre globo” – y se pusieron al día aquellos que debían cuotas; pero la cancha no estuvo colmada a pesar de que el club llegaba a una instancia importante. La transparencia en los números nunca fue una de las principales virtudes de esta comisión directiva: a minutos de comenzar el partido, el presidente afirmó que habría 30.000 personas en el estadio. O había gente que ingresó sin carnet (infiltrado o con entradas de protocolo), o los números verdaderamente no cerraban.
El 20 de noviembre de 2015, a pocos días de la semifinal de la Copa Sudamericana, Alejandro Nadur dispuso que sólo los socios podían asistir a dicho encuentro. La medida tuvo resultados discutibles: se sumaron poco más de 5000 socios –alcanzando la cifra de 22.000, según declaró el presidente en “Por siempre globo” – y se pusieron al día aquellos que debían cuotas; pero la cancha no estuvo colmada a pesar de que el club llegaba a una instancia importante. La transparencia en los números nunca fue una de las principales virtudes de esta comisión directiva: a minutos de comenzar el partido, el presidente afirmó que habría 30.000 personas en el estadio. O había gente que ingresó sin carnet (infiltrado o con entradas de protocolo), o los números verdaderamente no cerraban.
La decisión continuaría en la final, y para sorpresa de
los quemeros, también en lo que va del 2016. Más tarde, se daría a conocer una
noticia preocupante: habían desaparecido más de 5000 entradas vendidas ante
Defensor Sporting. Alguien se había robado la recaudación. Las convocatorias
del globo serían regulares: entre 12.000 y 15.000 personas por encuentro, más
los beneficiados por entradas de protocolo.
¿El club necesita socios? No hay ningún
tipo de dudas. El ingreso de la cuota social va todo a Huracán, mientras que el
valor de las tickets va, en buena parte, a la AFA; sin embargo, los dirigentes nos deben
explicaciones: en primer término, el presidente declaró que los socios somos
sus patrones, en ese caso, ¿por qué no escuchó los constantes reclamos de los
mismos? En segundo término, ¿con qué lógica se excluye a los no socios, cuando
el estadio tiene capacidad para 48.314 personas, y Huracán tiene 19.000 socios?
En tercer término, ¿en qué punto Huracán se ve
beneficiado con que sólo 100 o 200 socios paguen los $200 que cuesta la Miravé,
cuando podría bajarse el precio de $100 para los socios, y habilitar la venta a
no socios a $400? Me dirán que a esa persona le es conveniente asociarse. No es
así, porque los hinchas del globo pagamos aproximadamente $3000 de cuota por
año (contando los aumentos y sin incluir el valor de la Miravé) y asumiendo que
este quemero sólo viene a la cancha tres encuentros por año, estaría abonando
$1200.
En cuarto término, si el problema que obligó a Nadur a aplicar esta medida es el robo de la recaudación de un partido, ¿por qué no se deja la
venta de entradas en manos de alguien más idóneo? El tema es grave, hay una
denuncia penal efectuada por el mandamás del globo, pero se deben tomar todos
los recaudos necesarios para que los hinchas no se vean afectados. Pensando en
términos empresariales, ¿el presidente dejaría
de vender autos si descubre que uno de sus empleados se está robando parte de la recaudación?
El sentido común indica que se debe apartar a quien cometió el ilícito, no
cerrar la empresa. ¿Confiará en quienes cobran las cuotas sociales?
Los puntos negativos son innumerables: en primer lugar,
el club se achica. Se reduce a “los de siempre”, los que no faltan al Ducó. Los
eventuales simpatizantes, o futuros nuevos hinchas, buscarán otros destinos, lo
que a largo plazo es muy perjudicial. En el momento en el que está Huracán,
siendo protagonista tanto del torneo local como de la Copa Libertadores, cada
vez son más los simpatizantes del globo –incluso de otros países–. Flexibilizar parcialmente la medida permitirá que puedan enamorarse del club y del palacio, porque, a
decir verdad, la mayoría de nosotros primero conoció el Ducó como invitado, y
luego se enamoró.
A los inconvenientes que trajo la decisión del
presidente, se le suman los irrisorios horarios y formas de venta de entradas
que se han suscitado en estos últimos meses: tuvieron lugar en días de semana,
en horarios de trabajo, y en la sede social. En tiempos de modernidad
informática, es inexplicable el atraso del club. Mercado Pago, Pago Fácil,
Rapipago, tarjeta de crédito, descuentos a quienes pagan con débito autómatico,
bajar el precio de la Miravé y la aplicación de un plan familiar podrían ser
opciones interesantes para captar nuevos socios.
¿Será tarde ya para atraer a esta generación de
simpatizantes (y potenciales socios)? Ojalá que no. En materia económica, el
cerrojo trae inconvenientes, pero la liberalización total también. Será necesario,
entonces, darle todos los beneficios necesarios a los socios para que nunca más
se alejen del club, y abrirle las puertas a los simpatizantes, es decir, a aquellos que
recién se están acercando al club o a quienes no están en condiciones de abonar
una cuota todos los meses y sólo pueden asistir al estadio eventualmente.
La disposición del presidente también tuvo importantes ventajas:
en enero del 2015, 7.000 personas abonaron su cuota, mientras que en enero de
este año, el número ascendió a 19.000. Es decir que permitió que aquellos
hinchas que habitualmente concurren al Ducó regularicen su situación, o decidan
asociarse. Es menester generar una cultura de socio. Los socios son los dueños
del club, y si no nos comprometemos, no estamos en condiciones de exigir nada
(la continuidad de Ábila, por ejemplo).
Quitar la medida también abriría otros interrogantes:
¿dejarán de ser socios aquellos que ya lo eran? Para ello las soluciones son
las ya mencionadas: el precio del ticket debe ser considerablemente alto ($300
o $400, por ejemplo) y estará destinado a aquellos que desean conocer el Ducó, o
a quienes asisten al estadio de forma aislada. Para seguir vivo, el club
necesita que los socios paguen su cuota todos los meses (más allá de los
ingresos de publicidad y de televisión, los clubes son sociales, no sociedades
anónimas) pero a la vez no debe olvidarse de los nuevos hinchas (potenciales
socios) o de los simpatizantes que desean acercarse al palacio.
El cepo que están aplicando permitió aumentar sustancialmente el número
de socios, pero también nos quitó la posibilidad de sumar hinchas; mientras que –a lo largo de nuestra historia– la apertura indiscriminada fue
perjudicial para las arcas del club, porque el dinero de los tickets iba a la AFA y no a
Huracán, y luego era imposible retener a los jugadores más destacados, llegaban
los descensos, y otras situaciones trágicas de las que nos hemos levantado, en
parte, gracias a esta comisión directiva, que cometió muchos errores, pero
también tuvo aciertos.
Para enamorarse, primero tenés que ver a tu pretendida o pretendido. Existe el amor a primera vista. El amor sin vista, imposible; pero también para amar, hay que comprometerse. Démosle oportunidad al no socio de abrazar esta pasión, pero si nace el amor, instemos, como club, a que haya también compromiso. Que ambas cosas –pasión y compromiso– se liguen en una armonía que permita que Huracán siga creciendo. Abrámosle la puerta a los simpatizantes, pero que sepan que el club los necesita SOCIOS.
Para enamorarse, primero tenés que ver a tu pretendida o pretendido. Existe el amor a primera vista. El amor sin vista, imposible; pero también para amar, hay que comprometerse. Démosle oportunidad al no socio de abrazar esta pasión, pero si nace el amor, instemos, como club, a que haya también compromiso. Que ambas cosas –pasión y compromiso– se liguen en una armonía que permita que Huracán siga creciendo. Abrámosle la puerta a los simpatizantes, pero que sepan que el club los necesita SOCIOS.
Agustín Macri
@Agustín_Macri
(Socio activo pleno 5819)
Corría el mes de junio de 1967.
Huracán venía más o menos bien y el partido con Boca pintaba interesante. Por eso,
cuando Rodolfo le preguntara si quería acompañarlo a la cancha, Juan, aunque no
fuera hincha, no lo dudaría demasiado.
Se subirían al último vagón del
tren y Juan le preguntaría a Rodolfo qué tal veía al Globo. Rodolfo diría que
estaba teniendo un campeonato bastante irregular pero que no era para nada
imposible jugarle y ganarle a Boca. Bajarían en la estación Buenos Aires y
cruzarían los andenes y los galpones para llegar al Ducó desde el lado de la
Miravé. Irían a la tribuna y Rodolfo se pondría a charlar con la gente que
estaba cerca. Juan se sorprendería gratamente cuando lo incluyeran a él en la
conversación aunque de Huracán supiera bastante poco.
Durante el transcurso del partido
Juan se descubriría frunciendo el ceño y apretando los puños cuando Boca
metiera su gol. Después, miraría el reloj de reojo para saber cuánto tiempo le
quedaba al Globo para revertir la situación. Y sin que fuera completamente
consciente de eso, se encontraría abrazando a un Rodolfo emocionado por el
golazo de Loayza que marcaría el empate. Le sonreiría a los hinchas de tenía a
su alrededor, que empezarían a elogiar las cualidades técnicas de ese jugador
para dejar pagando de aquella manera al defensor. Volvería a mirar el reloj,
esta vez para ver si el tiempo daba para meter otro gol, sin saber muy bien por
qué eso le importaba.
Pasarían dos partidos antes de que
Juan empezara a ir a la cancha sin que lo invitaran, y tres más hasta que pensó
en tener su propio carnet. Poco a poco, su corazón comenzaría a tomar forma de…
Pero no. Unos días antes del
partido contra Boca, el club anunció que sólo podrían ingresar al estadio
quienes fueran socios. A Rodolfo ni siquiera se le ocurrió preguntarle a su
amigo si lo acompañaba. Le dijo a Hugo, que vivía más lejos que Juan pero estaba
asociado al Globo.
Y Juan se quedó sin ver el gol de
Loayza. Se quedó sin la alegría del empate. Jamás pensó en pasar por Avenida
Caseros para hacerse socio de Huracán. Años más tarde no tuvo él la oportunidad
de emocionarse por las maravillas que hacía el Huracán del 73. Ni tuvo que molestarse
con Menotti cuando se llevó a todos los delanteros del Globo a la selección. Ni
lloró cuando se fueron al descenso por primera vez en la historia (ni sintió
esa pequeña satisfacción por saber que de todas formas los cuervos se habían
ido primero). Tampoco pudo sonreír con nostalgia cuando su hijo le preguntó si
Mohamed jugaba tan bien como Larrosa. No tuvo que angustiarse por finales
perdidas ni descensos repetidos. No tuvo que enojarse con equipos insulsos ni
arbitrajes claramente perjudiciales. No tuvo que amargarse al ver viejas
glorias lastimando al club. No fue a defender la Quemita. No vio a Huracán
campeón después de 41 años.
No pudo llegar a ser hincha de
Huracán. Le negaron la posibilidad de hacer propio al club más hermoso del
mundo. Y Huracán, desde entonces, tuvo un hincha menos.
¿Cuántos hinchas como Juan
estaremos perdiendo?
CeciQuemera
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