Hace no mucho tiempo la banda irlandesa U2
realizó una gira por Latinoamérica. Una de sus paradas fue Buenos Aires. Cuenta
la leyenda que durante alguno de los días previos al show, el líder de la
banda, “Bono”, visitó el barrio de San Telmo almorzando en una parrilla muy
popular.
Naturalmente la gente que se encontraba paseando o comiendo en el
lugar se le acercaba en busca de una foto o un autógrafo, sin embargo Bono se
sintió intrigado puesto que en ese mismo instante en el restaurant que se
encontraba al otro lado de la calle, la aglomeración de gente era mayor.
Jóvenes y viejos ingresaban al local y salían con una rúbrica entre sus manos,
sonriéndose. Ante la insistencia , uno de los asistentes del músico se aprontó
en el bodegón y comunicó que el personaje en cuestión era un homicida múltiple,
que había cumplido recientemente su condena en prisión por el asesinato de su
esposa, hijas y suegra.
Hace
no mucho tiempo, un documental de la televisión europea mostraba la impunidad de
ciertos “hinchas caracterizados”, para disparar un arma en el medio de la
calle, a plena luz del día, frente a la atenta mirada de la policía. Mostraba
también, como un gran número de personas se aglutinaba en torno a otro “hincha
caracterizado” famoso, tratándolo como a un visitante ilustre, a un personaje
de la cultura.
Hace mucho tiempo que nosotros, los
“hinchas comunes” (porque ahora pareciera que hay una separación de castas
dentro de las hinchadas), no podemos ver a nuestro equipo. Y no podemos porque
pareciera que hubo algún tipo de altercado entre algún “hincha caracterizado” y
las autoridades. Me pregunto, ¿qué hubiera pasado si el problema, la puteada,
la golpiza, la hubiéramos tenido vos o yo con un policía?
Por otro lado, subyace una segunda
división entre hinchas…pareciera que existe alguna especie de categorización, o
upgrade (como les gusta decir a los
especialistas en marketing), en los carnets de socios. Tuvimos que ver por
televisión a los cientos de dirigentes que fueron a Mendoza a la definición por
el ascenso, y ahora, la prohibición de concurrir a nuestro Palacio, pareciera
que tampoco fuera para todos (quedó clarísimo en las transmisiones
televisivas). Hechos a los cuales se les suma el papelón de las “copas
itinerantes” cual virgencita de jardín de infantes, que no merece un mayor
análisis.
Hace no tanto tiempo creí que
habíamos tocado fondo, que la lacra dirigencial ya se había retirado y que lo
que quedaba, “lo nuevo”, no podía ser peor que “lo viejo”. No podría decir que
estuve en lo correcto. La dirigencia de Huracán por momentos parece una de esas
comedias picarescas de principios de siglo. La cabeza pareciera entender de
determinados temas, pero se las ingenia para estar siempre rodeado de
mediocres. Tenemos dirigentes y pseudo dirigentes. Sí, hay personas que toman
decisiones en Huracán a las que nadie votó. Jugadores con escaso mérito para
ser contratados, no por Huracán, sino por cualquier club del Nacional B,
cobrando sueldos que cualquier trabajador no podría ni siquiera soñar. “Quintas”
de poder, nichos utilizados para llevar agua a los molinos propios, ausencia
completa de planificación, de estrategia. Y la lista sigue.
Hace poco tiempo que lo principal
quedó postergado. En el medio de este cambalache relegamos al fútbol, que se
transformó en otra mediocridad. Un equipo sin una idea clara, por momentos sin
una actitud profesional. Capaces de “bailar” al Cruzeiro, y luego perder un
partido imposible ante Olimpo. Un técnico que al principio levantó nuestras
históricas banderas de Menotti y luego parece que las fue arriando de a poco,
que no le dirige la palabra a su principal colaborador. Jugadores que se
preocupan más por “salvarse” que por jugar. Hinchas que insultan por empatar un
partido de Copa Libertadores como si Huracán estuviera obligado a ganarla
(recordemos que fue la segunda vez en la historia que el club participó). ¿Y la
pelota? ¿Dónde quedó a todo esto? Si ya nadie se preocupa de tratarla bien, de
tocarla, de tenerla. Si los encargados de respetarla piensan más en la ventaja,
en la avivada, si ya no se busca ser el mejor sino ser el más vivo, si se busca
el penal en lugar del gol.
El debate queda planteado, ¿Se juega
como se vive? ¿Es el fútbol ajeno a la sociedad, un oasis de pureza en medio de
un desierto de corrupción? ¿O más bien es parte de este entramado social, con
sus momentos álgidos y sus bajezas? ¿Podemos como sociedad culpar a la clase
dirigente, o reconocemos que ellos provienen de la misma sociedad?¿Podemos
tildar de mediocre al fútbol cuando la cultura nuestra pareciera
permanentemente realizar un elogio de la mediocridad?
Juan Rey, para Revolución Quemera.